Nota del autor: uno tiende a plasmar más aquellos pensamientos y momentos que desea sacar de su cabeza. Me veo en la necesidad de aclarar que, aunque pueda no parecerlo, me encuentro bastante mejor mentalmente (con sus más y sus menos). La disminución de entradas a lo largo del año así lo indica. Dicho esto, trigger warning: ideas suicidas, pensamientos intrusivos, pensamientos sobre tca y ocd, muerte de un animal (es en un sueño, pero por si acaso).
Siempre intimida bastante comenzar una libreta nueva. No puedo evitar sentir cierto vértigo ante la posibilidad de desperdiciarla o usarla mal (como si eso fuera posible). Supongo que en ciertos aspectos siempre he sido bastante perfeccionista.
Ahora he sido consciente de golpe de que no estoy en el camino en el que me gustaría estar en mi vida y la idea de cambiar lo que quiero hacer es aterradora pero la idea de estar atrapado para siempre en esta vida, también. No sé si hay alguna fuerza superior que me esté escuchando pero por favor, yo lo que quiero es ser artista. Me duele tanto el corazón como si hubiera perdido a alguien y ahora me doy cuenta de que este último año no solo he llorado a mi madre muerta y a mi relación muerta, también he llorado a mi yo muerto. ¿De qué sirve traicionarse de esta manera?
Que alguien me explique paso por paso lo que tengo que hacer para ser normal y sentirme normal y vivir una vida normal. Sacrificaría todo lo que soy por seguir los pasos a la normalidad. Aunque solo sea por un rato.

Todo estaba silencioso y tranquilo, incluso por el centro de la ciudad. Solo se escuchaban el agua, los pájaros y las campanas anunciando el paso del tiempo. Cuando crucé por A., sonaba la música de un hombre tocando la guitarra. Subiendo por la R. me fijé en las pequeñas figuras de mazapán que habían colocado en un escaparate y crucé miradas con la dependienta de la tienda. Aún siguen puestas las decoraciones navideñas, lo que hace que enero se sienta como un limbo extraño en el que el tiempo no transcurre. Sin embargo, las campanas no mienten.
Creo que sigo aferrándome a la idea de ciertos sentimientos de la misma forma que uno se queda un rato más en la cama después de un sueño intenso. Me aferro a esa intensidad porque el fantasma de lo que he sentido es mucho mejor que no sentir nada en absoluto. Incluso si es como tener el mar en mi estómago y agujas en el pecho. No dejo de buscar en todas partes algo que me de el mismo subidón. Como un yonqui de los sentimientos.
Me aterra que esta soledad que lleva conmigo tantos años vaya a quedarse muchos más.
Quiero un terapeuta que me deje llorar durante horas y que no me cobre y que sea mi amigo.
He vuelto a pensar en matarme. Pero ni siquiera regodearme en los pasos que seguiría parecer proporcionarme ninguna clase de comfort o alivio. He empezado a obsesionarme aún más con la comida. Mi mente no deja de buscar una y mil formas de escapar de la vida que tengo.
Me duele el cuerpo. Todos los días hay algo. La semana pasada volví a tener migrañas. He manchado durante la ovulación. Sigo con contracturas y dolores de espalda. Ayer no tuve casi apetito. En ocasiones me duele el estómago durante unas horas. No dejo de apretar la mandíbula. Noto cómo me pesan los ojos. Despierto cansado, sueño cansado. No recuerdo un momento de mi vida en el que no me encontrara terriblemente cansado.
He pensado en empezar a rezar. No soy creyente, solo necesito hablar con alguien. Sentir que alguien me escucha de verdad. [...] No dejo de buscar señales como si alguna vez hubiera aprendido a leerlas. Si le hablo a Dios, sé que no va a responder y sé que lo prefiero porque ninguna respuesta me resultaría satisfactoria.
Una vez durante las actividades de un campamento de verano de mi pueblo hicimos pendientes. Desconozco el motivo pero los hice totalmente desiguales. Cuando llegué a casa se los di a mi madre. Me preguntó que por qué no había intentado siquiera hacerlos simétricos. Creo que me sentí un poco avergonzado. Creo que ni siquiera se me había ocurrido esa posibilidad. Ella los deshizo después y los volvió a montar. Es fascinante la huella tan profunda que puede dejar el momento más insignificante.
Hace tres días empecé T. Esperaba sentir algo más de emoción, pero se sintió... muy normal, muy cotidiano.
Odio Madrid. [...] Muchas partes de este finde me han hecho sentir como un intruso en otras vidas.
No sé quién soy, no sé qué quiero. Creo que hay algo mal conmigo desde nacimiento. Creo que he sido maldito. Creo que estoy plagado de fantasmas. Creo que nadie puede acercarse a mí.
“Sin duda cometimos muchos errores, pero os quiso. Os queríamos. Os quiero. Y ella querría veros felices sobre todas las cosas. Y yo también. En este día, acordaos de eso.”
Ayer me empezaron a doler tanto los omóplatos que estaba convencido de que me iban a salir alas de un momento a otro. Me paso gran parte del día aterrado, convencido de que algo horrible está ocurriendo en mi interior y me voy a morir de un momento a otro.
¿Quién tiene razón, entonces, mi yo de los ideales o mi yo de mi verdad? O peor, ¿son acaso mis ideales una verdad para el resto del mundo pero no para mí? ¿Y si soy, una vez más, la excepción a la norma?
He crecido conociendo/ la crueldad casual/ de aquel que dice quererte./ En el roce de la uña/ con la carne/ aparece el padrastro/ e inmediatamente después/ mi boca, ya acostumbrada/ al dolor de arrancarlo.
A veces me despierto y he vuelto a retroceder. Echo de menos a gente con la que no volveré a cruzarme nunca más. El mundo no deja de recordarme que mi existencia es debatible. Me haré tan pequeño que terminaré desapareciendo. Una colisión conmigo mismo. De la misma forma en la que mueren las estrellas. Al final del día me descubro no queriendo morir.
Mis manos no dejan de volver al papel pero no tengo nada que decir, no tengo nada que decir, no tengo nada que decir. Mis plantas se niegan a morir. Noto la boca seca cada vez que despierto. En mis sueños canto y río y amo. Todo es más doloroso a la mañana siguiente. Quiero hacer arte. Coger el móvil me produce ganas de vomitar pero no dejo de volver a él una y otra y otra vez. Estoy convencido de que hay algo en esta casa que me está matando y solo tengo ganas de limpiar a fondo. No sé qué voy a hacer con mi vida y no puedo pedir ayuda porque todo el mundo está también perdido. Ayer quedé con un amigo y hubiera agradecido un abrazo pero no llegó en ningún momento porque yo no soy así. Odio ser así.
Ayer mi abuela me dijo que cada vez le cuesta más escribir y que antes tenía muy buena letra. Yo envejeceré y mis manos dejarán de obedecerme. Siento que estoy desperdiciando el tiempo no usándolas y quizás por eso siempre están inquietas.
Hace unos años, cerca de donde vivo, existía un zoo -por llamarlo de alguna manera- donde tenían a un oso en una jaula solo un poco más grande que él. Cuando los animales se encuentran atrapados en sitios así, recurren a técnicas para lidiar con el estrés como caminar en círculos o autolesionarse. A veces dejan de comer, o todo lo contrario. Creo que a mí me pasa lo mismo. Mis manos están atrapadas, yo estoy atrapado. Como no les doy aquello que ansían, atacan mis brazos y mis piernas y mi pecho, buscando algo que despellejar.
A veces puedo cerrar los ojos e imaginar que hacen algo no destructivo. Puedo notar en las puntas de los dedos cómo tallo madera, las texturas del pincel, el papel, la aguja, el hilo, la arcilla. No se diferencia mucho a echar de menos la piel de un amante.
El otro día soñé que tenía un pajarillo muerto en la mano, un herrerillo. En el sueño la sensación era muy realista: sentía su peso -ligero como una pluma- y su calor, pues no debía haber fallecido hace mucho. Bocarriba en mis palmas, con las patas encogidas y el pecho expuesto al mundo.
He mentido en mi última entrada. Sí que creo en algo y justo ahora estoy teniendo una crisis de fe. No soy capaz de escuchar, por mucho que suplico, a esa voz que me habla cuando necesito crear (de la misma forma que imagino que Dios habla a sus creyentes cuando quiere que obren por él). No dejo de buscar un significado transcendental y profundo, no solo en lo que hago yo, sino también en las creaciones a mi alrededor y me siento muy decepcionado al no ser capaz de encontrarlo. [...] Quizás me he perdido demasiado en lo grandioso cuando estar en comunión con lo espiritual siempre ha consistido en los actos cotidianos y terrenales. Quizás deba concentrarme más en el acto de crear, en el proceso.
Creo que tengo OCD. No es un pensamiento nuevo, lo que pasa es que solo vuelve a mí cuando empiezo a notarlo de nuevo. Es una sensación palpitante, la búsqueda de todo malestar. Estoy convencido de que hay algo matándome por dentro, que estoy lleno de parásitos. Siento la necesidad de purgar todo mi cuerpo. Los puntos de la ventana se me asemejan a moho negro y cuando los miro noto como si algo me trepara por la nuca.
Ayer fui al cementerio. No había estado nunca antes y no me lo esperaba así, tan abarrotado. Hileras e hileras de tumbas y mausoleos. Me dieron ganas de vomitar. Vi a gente riendo, buscando las tumbas de aquella gente ilustre. Yo no encontré la que quería. No sabía dónde meterme, no sabía a dónde huir.